Mi taxi

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lunes, 15 de diciembre de 2014

La búsqueda de la memoria atávica.


Es una fría y soleada mañana de primavera. Con este tiempo quedo, se les oye avanzar desde muy lejos. Nuestros atalayaderos habían visto, días atrás, a sus jinetes de avanzada. Por fin están aquí, tal y como habían presagiado nuestros peores augures, la VIIII Legio Hispana. Han llegado subiendo por el cauce del río Eresma, y mecánicamente, por puro oficio, han sitiado nuestro castro, la Sego-briga, Ciudad de la Victoria. Todo está decidido y lucharemos hasta la extenuación. Roma recordará nuestra resistencia y pocos esclavos obtendrá en esta campaña. Tras una cruenta lucha y espeluznante mortandad, a la hora de rendirse y ser apresados, emularemos a los saguntinos y luego nos emularán los numantinos. Haremos una pira para todo lo sagrado y después nos arrojaremos al fuego, hombres y mujeres con sus hijos, siempre libres. Pagaremos el precio del olvido, tan sólo unas baratijas en un museo de provincias nos recordarán, pero Roma no esclavizará la sangre de los Arévacos.
asociaciondevecinosdevellosillo.blogspot.com
 Nuestra memoria es muy corta, y de generación en generación, el relato de los hechos se desvirtúa. Además la historia la escriben los vencedores y nuestros ancestros Arévacos fueron los vencidos. Por lo antes narrado, muy pocos sobre vivieron, pero seguro que los suficientes, como para aportar su parte en la mezcolanza genética que corre por nuestras venas.
 Habiendo perdido la memoria generacional, y no aportando nada la memoria de la historia oficial, sólo nos queda la memoria atávica: extraños recuerdos que no sabemos de dónde vienen, olores antes experimentados sin ser conscientes de cuándo, sonidos de la naturaleza que nos ponen injustificadamente en guardia, formas abstractas que nos atraen, tocar algo y sentir vértigo, nuevos sabores que sí que nos sacian, adoptar extrañas posturas corporales, primeros gestos que nos evocan memorias insondables, predicciones a futuro sin fundamentos, negativas obcecadas sin sentido, despertar de sentimientos que nos resultan familiares y no ubicamos en el tiempo, sueños recurrentes en épocas pretéritas, acciones diarias que de repente un día nos dejan absortos en la búsqueda de un recuerdo no vivido, personas recién conocidas que gestualizan de forma muy familiar...
lobonegrosupervivencia.wordpress.com
 Hay que poner cuidado en lo que se nos da a conocer desde nuestro interior, porque es la manera de conscienciar al resto de nuestros ancestros. No los encontraremos en los libros de historia, ni en nuestra cultura, ni en la memoria de nuestra familia, ni siquiera en internet. Nacen en nuestra memoria atávica, están en nuestros entresijos buscando una salida en un momento insospechado. Tenemos la obligación si quiera de indultarles de la condena del olvido. Bien lo sabían nuestros ancestros romanos que tenían como una de sus penas la damnatio memoriae.
  ¿Con quién hibridará de nuevo nuestro pueblo?¿Qué cultura prevalecerá sobre las demás? ¿Quiénes quedaremos condenados al olvido? ¿Qué será de nuestra religión y nuestra lengua?
elnortedecastilla.es
 Es un alivio pensar que, de todas maneras, siempre quedará la memoria atávica, y que alguno de nuestros descendientes sabrá, por ciencia infusa, que nos emocionaba la llegada de la cigüeña a nuestros campanarios, aunque ya no sepan para que servían, ni quién era San Blas, ni qué eran nuestros meses, ni que el mas corto era Febrero.

viernes, 12 de diciembre de 2014

La felicidad tampoco es de este mundo.

En el vendaval de este valle de lágrimas que es la vida, los hombres venimos a nacer inmaduros, desorientados, a esperar el momento, que tras dejarnos acunar en el aliento materno, y recibir atragantadamente una instrucción imposible de asimilar, podamos ser justos hasta la hora en que nos vamos a Dios.
 A lo largo de la vida, tras la creciente desazón por no poder "hoyarla" dos veces, echamos de menos unos ojos nictálopes, que nos guíen hasta el resquicio de luz que se adivina tras esa incierta oscuridad, que generación tras generación hemos convenido simpliflicar en la muerte.
 Los griegos lo tenían claro. Tras la muerte espera el Hades, donde reina el dios de igual nombre, y allí seremos juzgados. Después Caronte, por un óbolo, nos lleva en su barca a través de la laguna Estigia, al lugar donde nos corresponda: el Infierno o Tártaro, o el Paraíso. A cada alma se le da su merecido, y las mas afortunadas van al Paraíso, donde hay una fuente del mismo nombre de la que mana el agua que forma el río Leteo. Las aguas del Leteo dan a quien las bebe el don de la eterna juventud y el olvido.
 Han pasado más de dos mil años, y seguimos asociando la juventud y el olvido a la felicidad. Nada en el mundo valdría más que una jarra llena de agua del río Leteo.
El paso de la laguna Estigia. Joachim Patinir.
 Quizás algún día no haya que morir para poder beber de sus aguas y hallar así la felicidad a través de la eterna juventud y el olvido. Hasta entonces nos conformaremos con contemplar el cuadro de Joachim Patinir, que parece pintado para los segovianos, puesto que la ciudad que se ve en la lejanía, acogida en el Paraíso, parece la nuestra, con la Catedral y su torre exenta, milagro del gótico, dominando el perfil sobre las torres de San Esteban y San Andrés y los torreones de Hércules, Arias Dávila y Lozoya.
  Las almas de los justos subirán por el Leteo, al llegar a la fuente del Paraíso, beberán las aguas de la eterna juventud y el olvido. Al levantar la vista, verán a lo lejos, como nosotros la vemos ahora, la bellísima ciudad a la que se dirigirán, jóvenes y desmemoriados de malos recuerdos, para vivir en la felicidad eterna.

jueves, 4 de diciembre de 2014

La Madera de nuestros Ancestros.

Cruz Travada. Orden de Calatrava.
Bandera Almohade
Era una suave mañana de primavera del año de nuestro Señor de 1212. Frey Ruy Díaz de Yanguas, Maestre de la Orden de Calatrava y castellano de Salvatierra, exclave cristiano en territorio andalusí, clavado como puñal en la espalda Almohade, no dio orden de tocar la campana del coro, a la que los monjes calatravos acudían como corderos para orar, sino que mandó tocar el clarín de batalla, al que sus hermanos acudían como lobos para servir en el ejército de Dios, protegidos por la cota de malla y la coraza de la Fe. El ejército Almohade, al mando del Califa  Muhammad an-Nasir, plaga de langosta, en su avance por el paso central de la Península, al encuentro del ejército cristiano que el rey Alfonso preparaba en Toledo, no quiso dejar a su espalda la plaza fuerte de Salvatierra, y la habían sitiado para tomarla al asalto. Pese a la abrumadora inferioridad numérica, Frey Ruy Díaz, que antes asoló castillos, no podía abandonar o rendir la plaza, por el incólume honor de la orden y el suyo propio, sin el convenio de su Rey en la tierra, al que había mandado un correo que aún no había traído respuesta. Mientras ésta llegara, defenderían la fortaleza, tajamar de la cristiandad, hasta la última gota de sangre del último hermano que quedara en pie.
sabersabor.es
 Todos los monjes calatravos reunidos en el patio de armas del castillo sintieron que era un día de júbilo. El Maestre, después de asegurar la defensa de la fortaleza, escogió a trescientos hermanos, sargentos y caballeros, que cargarían con él sobre unos veinte mil sarracenos para ganar tiempo para su rey en la preparación del gran ejercito cruzado, y para el correo que traía la venia real para retirarse del castillo y evitar un sacrificio inútil. Les dio dos buenas nuevas: hoy su orden sería el instrumento de la ira de Dios, hoy éllos el brazo fuerte que sostiene su espada y casi todos, esa mañana, verían por fin el rostro de nuestro Señor Jesucristo. Mandó subir el rastrillo, tender el puente levadizo, y en columna de a tres, testud contra grupa, hermano hombro a hermano, cargaron contra la turba sarracena en maniobra relámpago. Entraron como cuchillo en la manteca. Ruy Díaz, decidido, embridó su caballo y cerró contra la tienda del Califa. Un cuerpo de caballería andalusí, consciente de la maniobra, refrenó la carga Calatrava, teniendo así que dar el maestre orden de retirada al refugio de los lienzos del castillo. Ya habían caído la mitad de los monjes calatravos,  y de la exigua columna la mitad refrenaron sus monturas  dando media vuelta, y sosteniendo la posición se inmolaron pundonorosos por dar tiempo para la salvación del resto de sus hermanos.
www.flickr.com
Castillo de Salvatierra.
Los pocos supervivientes de la carga calatrava, nada mas verse a salvo tras los muros del castillo, se tiraron de sus monturas a hinojos, defraudados por su supervivencia, sintiéndose no merecedores de su vida, para rezar por sus hermanos y pedir a Dios una muerte tan honrosa como la de ellos y una causa que les permitiera vivir con honor. Hallaron después su vivendi causa en la preparación de la gran batalla campal de las Navas de Tolosa. Ruy Díaz murió semanas después de ésta, a consecuencia de las heridas recibidas defendiendo la enseña de su Orden en el cuerpo central, yunque de infieles. El Califa, aquella mañana, supo de qué madera estaban hechos los hombres que defendían Salvatierra, y con el alma encojida, por ver su muerte tan cercana, sintió que la Cruz tendría esas tierras per saecula saeculorum.