Mi taxi

Mi taxi

jueves, 12 de noviembre de 2015

El sórdido disfrute de la decadencia.

Si resumiéramos la vida en un gráfico, la linea resultante se asemejaría a una trayectoria balística común. Tras un fuerte empuje, una rápida ascensión, una suave frenada en la cumbre y un descenso acelerado hasta volver al barro donde fuimos moldeados.
 A la mayoría de nosotros la consciencia nos es propia ya en el descenso, y como no supimos complacernos en la esencia de la vida hasta pasado el apogeo, no nos queda más remedio que aprender a deleitarnos en el sórdido disfrute de la decadencia.
 Martín Hidalgo Segovia, reconoció esa perversión en un servicio de taxi que recogió en la calle de los coches. Una mujer ya en la cincuentena, elegante y sobria, esperaba al taxi agarrada a los asideros de una silla de ruedas en la que descansaba, desorientada, su octogenaria madre. Rápidamente reconoció los síntomas del alzheimer en aquella señora que tras negarse a subir al taxi en un quejido de dolor se sosegaba de repente al ver la vegetación a la bajada de la cuesta de los hoyos.

 El destino era una finca de recreo en la ribera del Eresma. Una casona arropada por árboles viejísimos y cercada por una recia valla de piedra que cerraba una chirriante puerta de hierro. Al entrar, el estado de abandono era impactante. Una piscina vacía y agrietada seguida por un erial con vegetación espontánea al pie del porche que amenazaba con hundirse. Aquella familia a punto de volver al barro junto con sus antiguas propiedades había sumido a Martín en la más absoluta tristeza, al borde del llanto. Pero de repente, quizás a modo de defensa, se dio cuenta de que aquel entorno le parecía bellísimo. La mujer anciana al verse sentada bajo el porche comenzó a recordar y, como por ensalmo, se sosegó contagiándoselo a su hija que cambió el gesto.
 Martín cobró el servicio, subió a su taxi y en el corto camino hacia la salida todo le pareció bonito, bucólico, mejorado por la vejez como un buen vino y así, por primera vez, se complació en el sórdido disfrute de la decadencia.