Mi taxi

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viernes, 12 de diciembre de 2014

La felicidad tampoco es de este mundo.

En el vendaval de este valle de lágrimas que es la vida, los hombres venimos a nacer inmaduros, desorientados, a esperar el momento, que tras dejarnos acunar en el aliento materno, y recibir atragantadamente una instrucción imposible de asimilar, podamos ser justos hasta la hora en que nos vamos a Dios.
 A lo largo de la vida, tras la creciente desazón por no poder "hoyarla" dos veces, echamos de menos unos ojos nictálopes, que nos guíen hasta el resquicio de luz que se adivina tras esa incierta oscuridad, que generación tras generación hemos convenido simpliflicar en la muerte.
 Los griegos lo tenían claro. Tras la muerte espera el Hades, donde reina el dios de igual nombre, y allí seremos juzgados. Después Caronte, por un óbolo, nos lleva en su barca a través de la laguna Estigia, al lugar donde nos corresponda: el Infierno o Tártaro, o el Paraíso. A cada alma se le da su merecido, y las mas afortunadas van al Paraíso, donde hay una fuente del mismo nombre de la que mana el agua que forma el río Leteo. Las aguas del Leteo dan a quien las bebe el don de la eterna juventud y el olvido.
 Han pasado más de dos mil años, y seguimos asociando la juventud y el olvido a la felicidad. Nada en el mundo valdría más que una jarra llena de agua del río Leteo.
El paso de la laguna Estigia. Joachim Patinir.
 Quizás algún día no haya que morir para poder beber de sus aguas y hallar así la felicidad a través de la eterna juventud y el olvido. Hasta entonces nos conformaremos con contemplar el cuadro de Joachim Patinir, que parece pintado para los segovianos, puesto que la ciudad que se ve en la lejanía, acogida en el Paraíso, parece la nuestra, con la Catedral y su torre exenta, milagro del gótico, dominando el perfil sobre las torres de San Esteban y San Andrés y los torreones de Hércules, Arias Dávila y Lozoya.
  Las almas de los justos subirán por el Leteo, al llegar a la fuente del Paraíso, beberán las aguas de la eterna juventud y el olvido. Al levantar la vista, verán a lo lejos, como nosotros la vemos ahora, la bellísima ciudad a la que se dirigirán, jóvenes y desmemoriados de malos recuerdos, para vivir en la felicidad eterna.

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